La pregunta incómoda
Veníamos de ensayo de pastorela, y Sebastián nos expresaba con algo de preocupación que no sabía qué taller iba a elegir en la secundaria, ahora que está a una semana de iniciar clases.
Nos dijo -Es que no sé qué hacer, hay electricidad, herrería, dibujo técnico...- y etcétera, etcétera; así venía moliéndose los sesos cuando de pronto, con la convicción de que la experiencia de vida de sus padres podría aportarle una buena solución nos pidió nuestra opinión.
-¿Qué escojo?
Y obvio Katia y yo respondimos de inmediato para apoyar a nuestro hijo a aclarar su mente.
Yo contesté en chinga -Es un señor que no tiene una piernita y que renquea al caminar, porque por lo regular le ponen una pata de palo como a los piratas.
Katia, más técnica, dijo, encimándose en mi respuesta -Es un hombre al que le falta una extremidad inferior, o sea, una pierna, y que se puede apoyar en muletas para andar.
Entonces, como hablamos al mimo tiempo, no alcanzó a captar ni mi idea ni la de ella (aunque eran muy similares, la verdad). Se quedó cayado, pensando, y después nos volvió a meter en su plática.
-Es que no sé que escoger.
¡¿...?!
Sabía que pronto llegaría el día en que tendríamos que hablar de este tema.
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