Alegoría lingüística
¡El metro! ¡El metro! ¡Ah, que maravillosa fuente de anécdotas!
Resulta que yo iba muy tranquilo, sin molestar a nadie, escuchando música, cuando vi que el chavo que estaba frente a mí estiró el pescuezo para mirar mejor. Y me dije. ¡Pelea!
Me quité los audífonos y voltee a ver la bronca. Un chamaco que venía con una señora pachoncita estaban discutiendo con un tipo alto, aún más pachoncito, más, más pachón, o sea, bien pachón pues. La bronca se debía a que según el muchacho, el señor venía recargando todo su peso en ellos, ¿pero cómo no?, si veníamos todos apretujados. Bueno, de frase en frase se encanijó la señora y abrió la boca para soltar uno de los estilos de lenguaje vulgo más florido que haya escuchado.
El hombre aguantó los ataques de la “seño” (que lo llamaba “reina”) justificando la situación por la falta de espacio, así que finalmente, y después de un rato de alegoría lingüística, ella soltó con un tono de “se acabó la discusión” esta perorata:
-Mira reina, pásate para acá, acá hay espacio; aquí cabe bien tu panzota, tus huevos, y tu cara de pendejo.
Yo, la verdad, me reí, y no fui el único, estuvo bastante original la frasecita, ¡bueno!, casi le empiezo a organizar la ola para festejar el golazo.
El señor pachón se puso mega rojo y se le quedó mirando con harto odio, esperó un momento, supongo maquinando su respuesta o equilibrando las consecuencias de decirla ¡y que la suelta!
La verdad, no me la esperaba porque no había dicho ni una sola grosería a pesar de los ataques femeninos.
Le dijo, con los dientes apretados - No sé sin con esa sucia boquita coma, pero ojalá que con esa sucia boquita mame.
¡Sopas! Silencio total.
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