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Guansaponatáin

Intercambio navideño

Intercambio navideño

Diciembre de 2010

En uno de esos intercambios navideños del trabajo, en los que tú mismo escoges las opciones de tu regalo y se establece el rango a gastar (Doscientos pesos), nos encontrábamos a gusto repartiendo los regalos, ya saben, botellas, suéters, bufandas, libros, películas, etc. y acontenció lo siguiente.

Para empezar a contar esto debo retroceder unos días en el tiempo, al momento en el que se repartieron los papelitos, todos tomaron sus opciones y ya saben, las risas, las miradas misteriosas y por supuesto, las inconformides. Resulta que Diana y José tenían un pleito casado enorme, de esos que hasta a ti te incomodan cuando estás cerca del nuevo agarrón del día, y pues a Diana le tocó darle regalo a José. No me lo dijo directamente, pero su expresión fue la que informó todo. 

Después, ahora sí, directo, me dijo con cara de sufrimiento -cámbiame tu papelito-.

Estuve a punto de hacerlo, ¿pero entonces dónde habría quedado la diversión?, y no se lo cambié. Pensé que tal vez alguno de los otros compañeros la harían, pero no fue así. ¡Maldosos los amiguitos!

Llegó el día del intercambio y pusimos todos los regalos en una mesa, todo bien navideño, bieeeeen bonito, como dice la misma Diana, y empezó todo el guateque, yo por supuesto recibí un libro (siempre pido libros), hubo suéters, chocolates, otros libros, botellas, películas, etc, y más o menos por la mitad del intercambio le tocó a José entregar su regalo. La verdad se esmeró Josecito, dio su obsequio, su abrazo y todos muy contentos, muy felices, hasta que le tocó a Diana...

-A mi me tocó darle a José- Dijo toda malhumorada, -pero no me dio tiempo de ir de compras-. Y le entregó un billete de doscientos pesos hecho rollito. Se hizo un silencio pesado, yo no sabía si reírme, porque la cara desencajada de José sí estuvo melancólica, se vio que le dolió, y después llegó el enojó, se puso morado, mucho, porque como es negrito es más difícil notarle los calores en el rostro, y se le notaron cañón. ¡Corajote que hizo el muchacho! Nomás se quedó mirando el billete y Diana se fue a sentar a su lugar como si nada.

Pasaron los que faltaban y siguió la fiesta, pero se sentía el ambiente tenso, sobre todo si volteabas a ver a José. Al final quedaba un sólo regalo en la mesa y todos empezaron a preguntar que quién faltaba. Entonces Diana tomó el regalo y dijo -Este es el de José-. Yo solté una carcajada gigante que ya traía reprimida, todos se rieron con ganas. La verdad Diana se rifó el físico con la broma. Estuvo buenísimo todo el proceso.

José se puso tan contento que hasta le regresó su billete de doscientos.

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