Confiado
Hace muchos años, en el trabajo, un compañero, Ramón para ser más específico, dejaba sus entremeses en un cajón de su escritorio, y es que ¡ah, como aprieta el hambre entre comidas!
Bueno, guardaba galletas, dulces, y sus favoritos Churrumais, su cajón era todo un arsenal; su lugar estaba frente al mío, así que podía verlo directo. Un día llegó decidido a comerse sus deliciosos Churrumias con limoncito y al sacar la bolsa se detuvo extrañado, palpó la envoltura y la abrió muy despacio; alguien se había comido sus frituras pero amablemente le dejaron una nota, él la abrió despacio y leyó, se puso rojo de coraje, pero al instante lo tomó con humor y esbozó una sonrisa, le pregunté qué pasaba y me mostró la nota. Decía: Gracias. Yo me reí mucho, se me hizo buena puntada y como además soy bien burlón, pues confieso que lo disfruté. Bueno, en general a todos los compañeros, entre ellos el maldoso tragón, les pareció gracioso.
Pasó el tiempo, tres semanas supongo, y Ramón seguía con su hábito, llegó, se sentó en su lugar, metió la mano al cajón y al sentir apretó los ojos, se puso rojo e hizo cara de "no puede ser, otra vez estos $%/%&·/·&&·)/ me dieron vuelta". Sacó muy despacito su bolsa de Churrumais, abrió la bolsa vacía, pero eso sí, llenita de aire, y sacó una nota. Decía: Gracias otra vez.
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