Crónicas de Ansina 3: Agripina
Ya se me acaba l’año y nomás no veo pa’ donde jala mila vida, ya como que le agarré el patín a esto de la cargada de costales de verdura aquí en La Mercé y mi primo Filemón dice que hora sí, pa’l año que viene nos va a dejar harto dinero el nigocio que vamos a poner de vender envases de plástico, pet dice él, siempre tan sabiondo el condenado. Ya tenemos medio cuarto lleno de botellitas aplastadas amontonadas hasta el techo y yo, como guen esteta (así dice Filemón, pero a mi me suena a grosería), las voy poniendo por colorcitos, que aquí la verde, que aquí la azul, gueno, ya hasta formé con ellas la cara de Agripina, la verdulera del puesto de las verduras; mi obra parece mosaico de baño público, o del metro Garibaldi, que está rete bonito con sus mariachis y trompetitas; las del metro Guerrero no me gustan porque están dibujados unos jotitos a punto de besarse, guácala, a mi me da como que cosa, pero dice el Filemón, que no son gueis, que es un pasaje de la historia de México, que es el abrazo de Acatempan, o Acatengan, o algo así.
Gueno, regresando a lo de Agripina la verdulera…
-¿Qué, File? ¿Cómo que no le diga así? Pus sí es verdulera, ¿o qué no?
Dice Filemón que aquí en la capital ser verdulera es otra cosa, pero pus si ella vende verduras, es verdulera.
Gueno, otra vez, regresando a lo de Agripina, jijiji… jijjiji… jijiji… ¡Oh, pus qué te trais!... Dice Filemón que deje de reírme como si juera indio, jijiji. ¡Indio tú y tu aguelita, Filemón! ¡Pus éste!
Gueno, pus va de nuez, regresando a lo de Agripina, es chapeaditita, y como barrilito de cerveza, ridondita, ridondita, aunque pus yo no soy así que digamos muy flaco, pero tampoco soy gordo, ¡y soy guero!… ¡Cállate Filemón! ¡Qué te calles, pues!... Ta’ gueno, guero de rancho, aunque de todas formas soy guero. Pus resulta que la Agripina me gusta rete harto, así sin tapujos, y ya mero va a ser mi novia, nomás falta un pequeño pasito. Astedes se priguntarán que cuál es el pequeño pasito, pus nomás me falta hablarle, presentarme con ella y ya está, porque pus ni me conoce, mas cuando esto pase segurito que nos hacemos novios. L’otro día, ya le’aunque, un domingo, la vi dando gueltas en la Alameda, que me paro enfrente de’lla, y…
-Hola preciosa, soy Ansina, ¿te acuerdas de mi? Del mercado, el que pasa cargando costales sin ninguna dificultad enfrete de ti, mientras tú acomodos los jitomates en su huacal; sólo quiero decirte que me encantas y me gustaría invitarte un chicharrón con cueritos. ¡Señor, deme dos, bien preparados!...
Gueno, eso es lo que más o menos tenía pensado decirle, pero la verdá es que ya cuando li’ba a hablar que me da el retortijón en la panza del puro miedito, y gracias a Dios que estaba el puesto de chicharrones con cueritos ahí juntito, que me volteo con el cuerero y le pido uno, ¡fiu! Ella nomás me miro como si yo juera gallina turuleca y se siguió derecho, con sus amigas. Luego me arrepentí, pero en ese momento sentí que se me caían lo chones y no pude atreverme a palabrarla.
Mi propósito pa’ terminar el año era hablarle, digo, esto de la Alameda fue hace ya mucho tiempo, y de allí pa’cá no mi he atrevido a acercarme, pero bueno, mi otjetivo pa’ los prótsimos días será mínimo decirle "hola" y luego echarme a correr ¿no?, pero hoy que llegué al mercado me enteré que se enfermó y no vino a poner su puesto. Dicen que l’hizo honor a su nombre y le dio gripa. ¡Híjoles! Con que no sea porcina, ya ven lo que dice el dicho, “cría cerdos y te sacarán los mocos”.
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